La Generación Z, Substack y la salud emocional
El efecto de las redes sociales en la salud mental y emocional de los y las jóvenes.
No son pocos los estudios que analizan los problemas a los que se enfrenta la denominada Generación Z (también conocida como Centennials); es decir, quienes han nacido entre 1997 y 2012 y constituyen, por tanto, la primera generación de nativos digitales, pues llegaron a un mundo en el que la tecnología digital e Internet eran omnipresentes.
Se trata de adolescentes y jóvenes que crecieron utilizando dispositivos móviles, Internet y redes sociales, lo que los diferencia de generaciones anteriores que tuvieron que adaptarse a la tecnología digital tras su nacimiento.
Si algo comparten todos estos estudios es el dato inquietante de que esta generación vive una ola sin precedentes de problemas de salud mental. Según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), la Generación Z es la más proclive a declarar una salud mental deficiente: se estima que un 27 % describe su salud mental como «pobre» o «ajustada», cifra muy superior a la de los millennials o la Generación X.
En el mismo informe, más del 91 % de los jóvenes de entre 18 y 21 años manifestó haber experimentado algún síntoma físico o emocional relacionado con el estrés en el último mes, frente al 75 % de los adultos en general.
Sin duda, la pandemia de la COVID 19 es uno de los factores que explica este empeoramiento, por el aislamiento sufrido a edades tempranas; sin embargo, nadie niega que la tecnología y el uso constante de las redes sociales también desempeñan un papel crucial. Los jóvenes de la Gen Z pasan un promedio de diez horas diarias conectados a Internet. La dependencia resultante se vincula con ansiedad, depresión y una mayor sensación de aislamiento.
Las redes sociales, en concreto, son un arma de doble filo: pueden ofrecer apoyo emocional y un espacio de expresión, pero también se convierten en plataforma de desinformación y acoso. Lo más peligroso es la comparación social constante.
Para esta generación, nacida ya en el entorno digital, los perfiles en redes son una extensión de sí mismos que los expone a comparaciones continuas con compañeros/as, influencers y celebridades que exhiben atributos físicos y actitudes aparentemente perfectos y que, en la mayoría de los casos, son falsos, editados o manipulados. Todo ello dificulta aceptar la propia imagen corporal y fomenta inseguridades.
Aun con la manipulación tradicional que se da en la publicidad, nunca antes una generación se había enfrentado a una distorsión tan brutal de la realidad, donde apenas se muestra una pequeña parte del aspecto real de las personas y de cómo quieren aparecer en línea: modelos ideales e idealizados que poco o nada tienen que ver con la vida real.
En este contexto, no obtener tantos «me gusta», seguidores o visitas como sus pares se interpreta a menudo de forma personal, lo que puede generar sentimientos de aislamiento, rechazo o herida.
La mayoría de las redes sociales (Facebook, TikTok, X —antes Twitter—, Pinterest, Instagram, etc.), en busca del negocio que proporciona la inmediatez y un mayor volumen de interacción, han optado por reducir y simplificar formatos y contenidos hasta su mínima expresión —en muchos casos, una simple imagen—, profundizando así en los efectos negativos ya mencionados.
En este entorno surge Substack, una plataforma concebida originalmente para que creadores y creadoras desarrollen sus propias publicaciones —boletines, pódcast, vídeos u otros formatos—. Es un espacio donde, en lugar de limitar caracteres y primar la inmediatez, se ofrece la posibilidad de una interacción mucho más profunda y detallada, con contenidos no centrados únicamente en lo visual o estético y donde la filosofía del «me gusta» resulta secundaria.
Así, Substack se presenta como una herramienta que no solo facilita una comunicación más personal y realista, sino que incluso puede servir de apoyo a adolescentes y jóvenes con problemas e incluso ayudarles a superar algunas crisis personales: en lugar de recibir una simple comparación con sus pares, les permite expresarse de una manera mucho más libre, pudiendo, además, obtener ayuda más personalizada e, incluso, en ocasiones, profesional.
Se trata de una red donde, al menos por ahora, los famosos haters aún no campan a sus anchas y donde la interacción, más directa, permite fomentar actividades que van más allá del mero intercambio «informático», sugiriendo acciones que propician un contacto mucho más directo.
Como red emergente —al menos en el ámbito hispanohablante—, todavía no ha caído en muchos de los vicios ya extendidos en otras plataformas. No obstante, será necesario mantenerse vigilantes. Sin ir más lejos, en el último año se ha desarrollado una versión paralela —una especie de segunda pata de Substack— que complementa los posts (entradas extensas, similares a una newsletter o un blog) con notes mucho más breves que, poco a poco, se asemejan peligrosamente al formato habitual de otras redes. Es previsible que, si este formato se adopta de forma masiva, en poco tiempo aparezcan problemas similares a los detectados en otras plataforma.
Es responsabilidad de todos y de todas contribuir a que esta red sea diferente y, en particular, a que para estos y estas jóvenes pase a formar parte de la solución y no del agravamiento del problema. Apostar por posts y notes cuyo contenido vaya más allá de la simple banalidad se antoja imprescindible, aunque seguramente el famoso «algoritmo» también tendrá mucho que decir en esto.
Me gusta tu mirada optimista sobre Substack. Yo llevo acá unos seis meses y a veces empiezo a pensar que es más de lo mismo. Ojalá tengas razón vos.
Por lo demás, comparto tus preocupaciones. En mi caso, siempre digo que agradezco haber nacido y crecido en la era analógica. De otro modo, no sé si hubiera sobrevivido a mi adolescencia. Me parece una cosa tremenda cómo las redes exacerbaron el culto a la imagen y contribuyeron muy eficazmente a destruir nuestra capacidad de atención.
Creo que hay otro problema, el egocentrismo* de una gran parte de esas personas en ser centro de atención, hacerse y mostrar fotos en las que salgan "estupendos/as" es la mejor y más rápida manera de conseguir atención, lo siguiente es hacer y mostrar fotos de la comida, del viaje, de lo que se han comprado, etc, etc... incluso quienes se dedican a grabarse vídeos tocando algún instrumento suelen hacer covers y lo que es peor, mostrar una destreza inhumana tocando, en muchas ocasiones vacía de verdadero interés musical y lo que es peor, muchas de ellas editadas para que sean mejores que la realidad grabada.
Crear algo interesante, como algunos de los escritos de Substack, conlleva más tiempo, no son llamativos visualmente y requieren un interés previo en conocer, algo que cada día es más complicado de transmitir a la juventud.
Saludos ;)